14 de enero de 2012

Para que tu me oigas


Para que tu me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú el culpable de este juego sangriento.
Ellas estan huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escucha otras veces en mi voz dolorida.

Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañero. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañero, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñiendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como la uvas.

1 Murmullos:

Mafalda dijo...

Y quedan tus palabras suspendidas en el viento, por todas las veces que no han sido escuchadas, por todas las que han sido pronunciadas. El derecho y el envés de las dos partes de un deseo.
Un ligero susurro para ti.