27 de octubre de 2009

Relato 2


Y me encontraba sola, en la playa. Ni una sola alma pasaba por aquí, ni siquiera el sonido de las gaviotas se escuchaba, sólo el romper de las olas en las rocas y los murmullos del mar era lo único que se escuchaba, como si desde lejos se pudiera oler la muerte acechando esta costa.

Sentada, espero una señal que me indique que sigue, que debo de hacer. Mi corazón, palpita a cada segundo un poco más lento. Sé que no me queda tiempo, se que poco a poco el golpeteo en mi pecho se ira acabando, pero también sé que me voy tranquila porque te conocí, porque estuviste en mi vida.

Pienso en cada momento juntos, en cada vez que tomaste mi mano y me dijiste que todo estaría bien, que no me dejarías, y ahora, la vida decide que la que se vá soy yo. No siento ningún rencor de esto, lo entiendo y lo acepto, mi único temor es que me vaya y que te deje sólo. Ahora sé eso no sucederá, sé que hay alguien en este mundo diseñada solamente para amarte toda la vida pues eso es algo que yo no puedo ofrecerte.

Cierro mis ojos y siento como el viento golpea mis mejillas, espero al último latido de mi corazón y sonrio, se que tuve una buena vida, aún cuando nunca estuve contigo como quise. Sé que siempre te ayudé y sé que me quisiste. Lo supe todo el tiempo, lo veía en tus ojos, pero el miedo a lastimarme era más grande.

Siento como una mano se posa encima de la mía y siento una respiración en mi oído, por primera vez en mi vida dejo de pensar y me dedico a existir.

Y así llega el último latido de mi débil corazón.